jueves, 2 de abril de 2015

Quién paga el pato.
Mauricio Rosencof.

ESCENA 1
Son las tres de la tarde de un día otoñal. Un hombre, con un pato de raza criolla y sexo masculino agarrado por las patas, se detiene ante el hogar de Doña Edugives Garcette de Marimón. Toca timbre y Doña Edugives sale a atender.

EDUGIVES: -¿Qué deseaba?
SEÑOR: - Buenas tardes, señora. Su marido me manda para que le deje este pato… Dice que lo prepare para la noche porque viene con invitados.
EDUGIVES: - ¿Para la noche? ¡Y recién me lo trae! ¿No sabe cuántos son los invitados?
SEÑOR: - Creo que son dos, señora.
EDUGIVES: - Está bien. ¿Hay que abonar algo?
SEÑOR: - No, señora. Está pago.
EDUGIVES: - A ver… Permítame… (toca el pato y mirándolo) Gordo está.
SEÑOR: - Él mismo lo eligió.
EDUGIVES: - En fin… Traiga… (agarra el pato) ¿Está seguro que es para acá, no?
SEÑOR: - ¿Familia Marimón?
EDUGIVES: - La misma. (Sacando una propina del bolsillo) Sírvase… Para usted.
SEÑOR: - De ninguna manera, señora. Propinas no. Soy amigo de su esposo.
EDUGIVES: - Ah, perdone.
SEÑOR: - Buenas tardes… y gracias de cualquier manera.
EDUGIVES: - Buenas tardes… buenas tardes…
SEÑOR: - Ah, qué cabeza la mía. Casi me olvidaba… Dice su marido que le mande el sobretodo… Como refrescó, sabe.
EDUGIVES: - ¿El sobretodo? ¿Cuál?
SEÑOR: - El nuevo.
EDUGIVES: - En fin… ¿Usted va para la oficina?
SEÑOR: - No… pero se lo puedo llevar.
EDUGIVES: - Muchísimas gracias. Le voy a dar la bufanda, también… Un momentito ¿eh? Un momentito.

ESCENA II
EDUGIVES: - ¿Ya estás de vuelta, querido?
MARIMÓN: - Sí, querida.
EDUGIVES: - ¿Está muy fresco afuera?
MARIMÓN: - Regular…
EDUGIVES: - ¿A qué hora llegan los invitados?
MARIMÓN: - ¿Qué invitados?
EDUGIVES: - Los que ibas a traer para comer el pato.
MARIMÓN: - ¿Qué pato?
EDUGIVES: - El que me mandaste hoy de tarde.
MARIMÓN: - ¿Yo?
EDUGIVES: - Pero viejo. El pato que me mandaste por el amigo ese que te llevó el sobretodo.
MARIMÓN: - ¿Qué sobretodo?

ESCENA III
En la Comisaría. Está Marimón muy indignado frente al escribiente.

MARIMÓN: - ¿Se da cuenta? Tome nota… tome nota.
ESCRIBIENTE: - Un momentito… un momentito… ¿No ve que tengo que escribir a mano?
MARIMÓN: - Parece mentira, amigo. Ni máquina de escribir tienen.
ESCRIBIENTE: - Tenemos… tenemos.
MARIMÓN: - ¿Dónde?
ESCRIBIENTE: - En la chacra del Comisario. Recién nomás la vino a buscar un amigo… Muy servicial el hombre. El Comisario nos mandó por él una yunta de pollos de regalo… Mírelos… ahí están. ¿Cómo era su asunto, amigo? Le llevaron un pato ¿y qué más?

Telón lento




Horacio Quiroga
(1879-1937)

Decálogo del perfecto cuentista

I
Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo.
II
Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.
IV
Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
VII
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.
X
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.